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viernes, 6 de agosto de 2010

¿Gracias al modelo económico o a pesar de él? Por Roberto Cachanosky

Para que una economía pueda crecer en forma sostenida tienen que darse, por lo menos, tres condiciones básicas: a) disciplina fiscal, b) disciplina monetaria y c) calidad institucional.

Tener disciplina fiscal no implica solamente mantener relativamente equilibradas las cuentas del sector público, sino también establecer un nivel de gasto público que no ahogue al sector privado con impuestos, al tiempo que el gasto tiene que tener el mayor grado de eficiencia posible. Aumentar el gasto sin que esto se traduzca en mejor educación, salud, justicia o seguridad no es lo que uno podría definir como un aumento del gasto eficiente. Si, además, ese gasto creciente requiere de mayor carga tributaria, más endeudamiento público o emisión monetaria, el equilibrio fiscal se transforma en insostenible en el mediano plazo o bien genera dudas sobre posibles confiscaciones de activos privados para financiar los gastos estatales. 

La disciplina monetaria es fundamental, porque un país que tiene inflación elevada carece de una moneda que permita generar ahorros en ese signo monetario y tampoco puede otorgar préstamos a largo plazo dado que dentro de la tasa de interés hay que cargar las expectativas inflacionarias, haciendo impagables las tasas para los tomadores de crédito, al tiempo que distorsiona los precios relativos. 

Finalmente, la calidad institucional se refiere a las normas, leyes, códigos que regulan las relaciones entre los particulares y de estos con el Estado. Un país sin reglas previsibles no atrae inversiones porque no pueden hacerse proyectos de inversión dado que es imposible estimar ventas, exportaciones, carga impositiva, costos laborales y, en consecuencia, estimar una tasa de rentabilidad. Ni que hablar cuando un país carece de un sólido respeto por los derechos de propiedad, porque en ese caso quien hunde una inversión en ese país no sabe si el Estado va a apropiarse de los flujos o de los stocks que genere la inversión. 

¿Cumple la Argentina con estos tres requisitos mínimos? Veamos cada uno de ellos. 

En materia fiscal, el gasto público ha aumentado a niveles récord sin que se observe como contrapartida más seguridad, mejor educación o salud. Por el contrario, los mayores aumentos de gasto público tienen que ver con planes sociales de todo tipo que reflejan el escaso éxito que ha tenido la política económica para combatir la pobreza, la indigencia y la desocupación. Si el Gobierno constantemente está anunciando nuevos planes sociales es porque el modelo económico no ha permitido que la gente haya conseguido puestos de trabajo con mejores remuneraciones. Si el Estado tiene que construirle la casa a una persona es porque esa persona no tiene ingresos para comprar su propia casa y tampoco existen créditos hipotecarios a tasas pagables para el común de los mortales. No puede definirse estos crecientes planes sociales como un éxito, sino como un fracaso en la medida que consideremos que la mejor política social es aquella que le permite a la gente progresar gracias a su trabajo. 

Otro ingrediente del aumento del gasto público tiene que ver con los crecientes recursos que se destinan a sostener un precario sistema energético que, en estos días, ha demostrado que la tan anunciada crisis energética no era un pronóstico agorero sino muy real. Empresas que no disponen de energía y un fluido de gas muy pobre para los domicilios son la muestra más elocuente de la crisis que tantas veces se ha negado. 

Claro, algunos podrán argumentar que ha habido un par de semanas con frío intenso. La pregunta es: ¿cuándo quieren que la gente prenda la calefacción? ¿En verano?
También se destinan miles de millones de pesos para subsidiar al transporte público de pasajeros y la gente viaja cada vez peor.
El fuerte aumento del gasto público y su creciente ineficiencia llevaron, primero, a incrementar la carga tributaria. Hoy, la presión impositiva medida contra el PIB es 10 puntos más alta. Incrementos en los derechos de exportación o el no ajuste por inflación en los balances haciendo que la gente pague ganancias sobre utilidades que no existen son algunos de los elementos que pueden citarse sobre el incremento de la carga tributaria. Pero como esta presión impositiva no alcanzó, primero se confiscaron ahorros de la gente en el sistema de capitalización bajo el argumento de la solidaridad, luego se fue por las reservas del BCRA y ahora, con mayor intensidad, se aplica el impuesto inflacionario. 

En materia fiscal, la Argentina tiene indisciplina. Sin la contabilidad creativa de incluir entre los ingresos corrientes utilidades ficticias, el déficit fiscal de los últimos 12 meses llega a los $ 16.000 millones, número que tenderá a crecer si continúa el ritmo de aumento del gasto que actualmente tenemos. 

En cuanto a la disciplina monetaria, la tasa de expansión monetaria del 25% anual no es justamente un ejemplo de defensa del peso. La inflación, que el Gobierno sistemáticamente se niega a reconocer, es consecuencia de imprimir billetes a una tasa sustancialmente mayor a la tasa que crece la oferta de bienes y servicios. Con expectativas inflacionarias que se mueven en una banda del 30 al 35 por ciento y una tasa de inflación proyectada de entre el 25 al 30 por ciento para este año, no puede hablarse de disciplina monetaria. Hoy la gente huye del peso y compra bienes para no perder poder adquisitivo. Ahorrar en pesos es perder ahorros por la licuación inflacionaria. 

Finalmente, tampoco podemos decir que tenemos buena calidad institucional cuando quien ahorra para su vejez es confiscado en nombre de la solidaridad social, o quien produce para exportar se encuentra con resoluciones que le impiden hacerlo por citar solo algunos de los ejemplos más emblemáticos de los últimos tiempos, aunque el listado es mucho más extenso. 

Como respuesta a los argumentos anteriores se argumentará que la economía argentina ha crecido gracias al modelo aplicado. Mi visión es que más que crecimiento hemos tenido reactivación. Es decir, se puso en funcionamiento capacidad instalada que no estaba siendo utilizada pero no se amplió significativamente el stock de capital existente. 

Lo que sí tuvo la Argentina desde mediados del 2002, fueron condiciones internacionales muy favorables. En primer lugar, el índice de productos primarios de exportación pasó de 87,5 en 2002 a 167,7 en el primer trimestre de este año. El índice de manufacturas de origen agropecuario subió de 80,1 en 2002 a 149,9 en el primer trimestre de este año. Por las dudas aclaro que estos datos surgen de la página web del Ministerio de Economía. Es decir, la Argentina se vio beneficiada con una fenomenal suba de sus principales productos de exportación. 

En segundo lugar, Brasil, nuestro principal socio comercial, revalorizó fuertemente el real desde 2003. Para que se entienda mejor, el dólar fue cada vez más barato en Brasil permitiéndole importar más productos desde la Argentina. Algo similar ocurrió con nuestro segundo socio comercial, la UE, ya que el dólar se depreció frente al euro haciendo que para los europeos las importaciones fueran más accesibles.
La tasa de crecimiento mundial pasó a niveles del orden del 4,5 a 5 por ciento anual mientras la tasa de interés en el exterior se mantuvo en niveles mínimos antes de la crisis del año 2008 y ahora, con un breve período de suba. 

En otros términos, hubo un fenomenal viento de cola del exterior (precios de productos de exportación, crecimiento mundial, tipos de cambio, etc.) que hacían imposible que no aumentara el PIB local.
Si combinamos la ausencia de disciplina fiscal, monetaria y previsibilidad en las reglas de juego que rigen en nuestro país con las condiciones internacionales, de las cuales muchas de ellas aún se mantienen, podemos afirmar que el PIB creció a pesar del modelo y no gracias al modelo. 

Es fácil imaginar la prosperidad que podríamos tener si combinados con condiciones internacionales favorables, al mismo tiempo tuviésemos disciplina fiscal, monetaria y calidad institucional.
Las condiciones internacionales para poder salir de nuestra larga decadencia están dadas. Es decisión de los argentinos optar por establecer las tres condiciones básicas para aprovechar una era de prosperidad.

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