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lunes, 14 de junio de 2010

El Mundial que nadie ve.

Existe un fenómeno sociológico difícil de explicar en la Argentina. La pasión competitiva que desata el fútbol en relación con el resto del mundo, aquella pasión que sólo acepta un triunfo, y que cuando no ocurre se mira con un fracaso. Esta pasión es llevada acabo por la misma población que casi siempre reacciona con indiferencia o resignación cuando la Argentina pierde otros partidos que nada tienen que ver con una pelota.
Pocos se preocupan, en efecto, por el retroceso del país en los rankings internacionales que miden la competitividad de su economía, la calidad institucional, su capacidad de atraer inversiones, el clima de negocios, o incluso hasta el conocimiento de sus estudiantes en materias básicas, como matemática o lengua. Mucho menos por la baja proporción de graduados en carreras universitarias o terciarias relacionadas con el potencial productivo del país, la inversión en investigación científica y tecnológica, o el número de patentes anuales de innovaciones argentinas. En estos mundiales no televisados y poco difundidos, daría la impresión de que clasificar de la mitad de la tabla para abajo no tendría mayor importancia. Tampoco que se pierdan posiciones frente a otros países latinoamericanos a los que la Argentina superó durante décadas.

Y es entonces cuando vemos que este gobierno promociona los éxitos del "modelo", omite la mitad de la verdad. Es cierto que después de la recesión de 2009 -nunca registrada por el Indec-, el PBI de la Argentina viene creciendo en los tres últimos trimestres a una tasa anualizada promedio del 9%, similar a la de Brasil, Uruguay o Perú. Pero lo que no dice es que es a costa de una política que catapultó la inflación a un 25/30% anual para 2010, mientras en esos países se mantiene en un dígito (5/7% promedio). En una retrospectiva más amplia, que abarca el período 2005/2009, sólo la supera Venezuela, con 128% acumulado, según cifras de la Cepal. Y aún con las inverosímiles estadísticas del Indec (que registran un dudoso 38,7% para ese lapso, aunque bien podría calcularse el doble), la Argentina se ubica segunda en el ranking latinoamericano de inflación minorista, por encima de Uruguay (32,7%), Colombia (22,3%), Brasil (19,6%), Chile (19,2%) y México (19,2 por ciento).

Mal clima de negocios
Aquí también tienen que ver otros aspectos. Según el ranking de competitividad mundial, elaborado por la escuela de negocios suiza IMD, sobre la base de encuestas empresarias, la Argentina ocupa el puesto 55º sobre 58 países, sólo por delante de Venezuela, Croacia y Ucrania. Dentro de la región, la superan Chile (en el puesto 28º), Brasil (38º), Perú (41º), Colombia (45º) y México (47º). 

Otro ranking, en este caso de calidad institucional que acaba de difundir el Centro de Investigaciones Institucionales y de Mercado (Ciima-Eseade), coloca a la Argentina en la ubicación 120» sobre 198 países, detrás de Chile (22º), Uruguay (51º), México (82º), Colombia (91º) y Brasil (95º) y sólo por delante de Paraguay (142º) y Venezuela (182º). 

Tal vez todo esto explique por qué la Argentina dejó de atraer inversiones extranjeras directas (IED) en los últimos años. Según datos de la Cepal para el bienio 2008/2009 (fuertemente afectado por la recesión global de este último año), la Argentina ocupó el quinto lugar como país receptor en América latina, con 14.600 millones de dólares, bien lejos de Brasil (71.000 millones), México (34.400 millones), Chile (27.000 millones) y Colombia (17.700 millones), y delante de Perú (11.600 millones). 

Aunque estas comparaciones resulten odiosas y seguramente se olviden con cada gol argentino, las políticas para mejorar estos pobres resultados deberían figurar en el fixture posterior al Mundial. A la larga, todo esto hace que el país siempre esté al borde del off side en el mundo; por su historia de las últimas décadas y también por su presente. 

Esta nota fue redactada por Néstor O. Scibona del diario La Nación.

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